domingo, 7 de agosto de 2016

Nuestro alter ego en Internet

En lo tocante al mundo de internet, informática y similares, pertenezco a una generación puente.

Yo me crié en la época de los radiocasetes, de las cintas VHS y los discos que giraban a 33 rpm. Vi en mi adolescencia la irrupción de los primeros ordenadores con los discos flexibles de 5,25” y sistema operativo MS-DOS. No puedo reprimir una mirada de admiración cuando veo a mi alrededor renacuajos de no más de 8 años manejar una tablet o un teléfono móvil con una soltura asombrosa, así como no pude reprimir una sonrisa cuando una mocosa de 5 años preguntó dónde estaba la pantalla, cuando vio por primera vez una máquina de escribir.

La explosión de Internet y de los primero teléfonos móviles que pesaban menos de un kilo ya me pilló en el filo de la treintena aproximadamente, y la verdad, es algo que ha transformado radicalmente el mundo en el cual nos movemos, de un modo análogo al que aconteció cuando Gutemberg imprimió su primer libro en 1451.

Y de eso es lo que trata hoy esta entrada.

Internet literalmente ha puesto en nuestras manos un caudal de información que hace 20 años hubiera sido inimaginable tener disponible, igualmente, como medio para darse a conocer simplemente no tiene parangón. Hasta el extremo de poder ver cómo la gente tiene cuentas en Facebook, Twitter o Instagram en las cuales por contar, te pueden contar hasta de qué color es el encaje de sus braguitas, por no hablar del sinnúmero de detalles de su vida privada y fotos subidas a la red en las cuales pueden aparecer de todas las formas imaginables.

Algunos pueden pensar que es superguay eso de que te conozca todo el mundo…. Aunque la cosa cambia cuando tienes una borrachera de espanto, y al graciosete de tu amigo se le ocurre hacerte una foto con el móvil, en una situación comprometida y la sube al facebook, o a instagram, y claro, toda esa información una vez subida a la red, ahí se queda para los restos, siendo accesible tanto para amigos como para enemigos, o simplemente imaginaros el caso de que estás buscando empleo y a los de RRHH se les ocurre meter tus datos en Google y aparecen una fotos tuyas de hace diez años de las cuales lo último que te sientes es orgulloso de salir en ellas. O peor aún y que sea un psicópata el que se dedique a acosarte en la red. De vez en cuando saltan casos en la prensa que parecen sacados de una película de ciencia ficción.

Por desgracia, Internet también se ha convertido en el entorno ideal para que acosadores, psicópatas, perturbados y profesionales del odio, parapetados bajo el anonimato que proporciona vivir en la otra esquina del mundo, se dediquen bien por diversión, por lucro o simple sadismo a acosar, insultar, y a amedrentar a cualquiera, gentes que cara a cara no valdrían una mierda, se transmutan en perfectos hijoputas. Pensad en vosotros mismos pero aquellos que tengan hijos, que piensen en sus hijas adolescentes por ejemplo…

¿Hasta que punto se es consciente de ello, o lo son por ejemplo los adolescentes?

Ni que decir tiene que Antxon Urrutia es un seudónimo a la hora de escribir, y que mido con cuidado los datos e informaciones que publico antes de escribir, no revelando por norma detalles de índole personal ni míos ni de amistades, familiares o lugares. Eso sí, no voy a dejar de recurrir a personajes ficticios que están inspirados en personajes de carne y hueso, dejando establecer la frontera entre la realidad y la ficción a la imaginación al criterio de quién me lea.

Pero igualmente, soy consciente de que ello no obstante le quita mucha naturalidad al blog, hace que muchos detalles bonitos, jugosos o simplemente cosas que me llenaría de orgullo el poder relatarlas haya que previamente filtrarlas, cuando no eliminarlas por completo, lo cual es triste, pero la alternativa es acabar bajo el foco de gente indeseable, payasos, gilipollas, envidiosos, imbéciles, analfaburros y demás escoria que pulula por la red.

En fin, es un poco triste, pero c´est la vie.

Antxon Urrutia.

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