viernes, 25 de mayo de 2018

Viento del Este


  • Buenos días Mr. Urrutia.
  • Buenos días Mr. Chadwick.
  • ¿Podría pasarse por mi despacho en de cinco minutos?
  • Sin problemas Mr. Chadwick.

Creo que me puso más en estado de alerta la flema británica que mi jefe lleva imbricada en los genes, que las palabras que pronunció a bocajarro al poco de pisar la oficina un lunes por la mañana. Ya que por el tono de voz se traslucía que algo de importancia iba a acontecer entre las paredes acristaladas de su despacho. Repasas mentalmente los acontecimientos habidos en las últimas semanas intentando discernir alguna pista o indicio que te ponga en zafarrancho de combate frente a lo que se te puede venir encima, pero por mucha celeridad que imprimas a tu adormecido cerebro, nada aparece en el horizonte que te prevenga al respecto… lo cual incrementa tu sensación de semipánico que intentas disimular lo mejor posible.

Con puntualidad británica, me presento en su oficina a eso de las nueve de la mañana, pero veo que no vamos a ser los únicos protagonistas de la reunión.

Hay a mi derecha sentada frente al jefe una mujer de pelo rubio casi platino, que en un primer momento pensé que era un teñido de manual, pero la blancura de su piel pronto me sacó del error, así como el conjunto de sus facciones que delataba su origen del norte de Europa, me dirigió una fugaz mirada que rápidamente se giró en dirección a mi jefe pero que fue suficiente para quedarme con sus ojos gris acero tras sus gafas de montura al aire, y una expresión un tanto enigmática como de qué demonios trataba todo aquello… sensación que yo mismo tenía en ese momento, pero mi jefe ya se encargó de situar las cosas en su sitio después de que yo me sentara en la silla.

  • Antxon, te presento a Johana Fiodorovna, que empieza hoy en el trabajo.
  • Encantado de conocerte.
  • Lo mismo digo.
  • Vais a trabajar los dos juntos en el proyecto que hemos empezado hace tres semanas, Antxon te enseñará lo que hemos hecho hasta la fecha y te irá explicando los detalles al respecto para que luego Johana pueda desenvolverse de manera más autónoma, mientras tanto, trabajaréis los dos juntos.
  • De acuerdo, un poco de ayuda nos vendrá bien, ya que como bien sabes, vamos algo retrasados.
  • Por eso se incorpora a nuestro equipo, ya que con este nuevo encargo, si antes íbamos justos, ahora estamos casi desbordados.
  • Bueno, pues a ver si ahora nos ponemos las pilas y la cosa marcha un poco mejor.
  • Estupendo Antxon, pues ahora os acercáis a la mesa de Trevor, y la vas poniendo un poco al corriente de lo que hay.

Una vez puestos los dos en pie camino de la oficina, pude contemplar el problema que tenía delante mío, porque estaba claro que concentrarse en el trabajo teniendo delante semejante monumento hecho mujer, iba a ser una tarea hercúlea. Durante el fugaz segundo en que la recorrí con la vista de arriba a abajo, bastó para constatar que a pesar de tener cuarenta y seis primaveras (Como supe más tarde), tenía un tipazo de impresionar, de estos que te dejan por unos breves instantes paralizado, hasta el punto que por el rabillo del ojo pude apreciar como mi jefe se relamía de gusto, mientras la miraba el trasero sin ningún atisbo de flema británica en su rostro… al igual que el resto del personal masculino que por aquel entonces pastaba por la oficina.

  • Disculpa, pero tu nombre es???...
  • Antxon Urrutia.
  • Anssoón Urrutiya.
  • Deduzco por tu acento que eres de la antigua URSS…
  • Soy de Latvia, aunque mi familia es de origen ruso.
  • Bueno, después de todo cerca he andado.
  • Eso es verdad… por cierto, ¿Y tú de dónde eres Anssoón?
  • ¿De dónde crees que soy?
  • Hmmmm… pues no lo sé… ¿Francia?
  • Niet.
  • ¿Eslovenia?
  • Niet, niet.
  • ¿República checa?
  • Niet niet niet… soy del país vasco.
  • ¿Y dónde está eso?, ¿En América?
  • Noooo… está en el norte de España (Tuve que hacer un esfuerzo para aguantarme la risa).
  • ¿¿Así que eres español?? Qué sitio más bonito, con su sol y sus playas (Por topicazos que no falte).
  • Pues sí, del norte para ser mas exactos.

Íbamos charlando animadamente de camino a la mesa de Trevor, mientras la iba comentando los diferentes departamentos que teníamos en la empresa, aquí las oficinas, allí el almacén, un poco más adelante “La jaula”, que es como llamábamos al cubil donde estaban los dos frikis informáticos de la empresa, y justo enfrente, el corazón de la empresa, el centro neurálgico que actúa de radiopatio, foro, centro de reunión, cafetería y plató para contar chistes.

Me refiero, como no, a la cantina donde está la máquina de café, la nevera y la omnipresente (Y muy British) kettle para preparar las consabidas tazas de té sin las cuales este país no sería el mismo.

Y cómo no, caballero que es uno al fin y al cabo, me tome la molestia de preparar dos humeantes tazas de té ante las cuales tomamos luego asiento en la mesa de la cantina, ya en un ambiente mas relajado lejos de la mirada de Mr. Chadwick y de algunos de mis mas conspicuos compañeros de trabajo, donde ya pudimos distendir un poco mas el gesto serio que a modo de coraza te envuelve cuando pisas un terreno en el cual la mezcla de inseguridad y desconocimiento hace que todo sea mas encorsetado y formalista.

Poco a poco, como las capas de una cebolla, fuimos al calor del té que nos calentaba las ateridas manos, conversando acerca de su vida profesional y de la relación que todo ello iba a tener con lo que ella iba a hacer allí en la empresa, lo cual, en un formato mucho mas agradable, no dejaba de ser una suerte de entrevista profesional ante la cual, no tenía pinta de bajar la guardia ni de dejar cabos sueltos mientras meditaba las respuestas.

El caso es que una vez que terminamos nuestra taza de té, la llevé al lugar donde iba a estar trabajando, y allí es donde empecé a desgranar los pormenores de lo que tenía que hacer, que aunque ya estaba familiarizada con ello, siempre hay ese algo peculiar que añadir al guiso para que quede en su punto.

Eso sí, pocas veces en mi vida habré hecho un esfuerzo tan titánico, para hablar con una mujer sin mirarla el escote (Humano, y no piedra que es uno).

Continuará...