Debo
confesar que tengo una habilidad innata para entrar como un elefante en una
cacharrería.
Todo
esto viene a cuento de que Antxon se ha metido a estudiar Euskera… porque
claro, una cosa es el nivel de Euskera con el cual vengo de serie, que no es
malo por cierto, pero tampoco soy precisamente ningún erudito en la materia, y
otra cosa es el nivel de euskera que se exige en un puesto de trabajo como el
que desempeño en la actualidad.
No
es que tenga que empezar de cero, gracias a dios, pero no estamos hablando de
catalán, gallego o portugués, estamos hablando de un idioma que NO tiene ningún
parentesco con ninguna lengua de las que actualmente se hablan en Europa, con
una gramática singular y un vocabulario que se parece al latín como un huevo a
una castaña... Y para muestra, ahí va un botón.
¿Os
parece poco? Pues vamos a añadirle emoción al asunto…
Ponte
a estudiarlo a un tiro de piedra de los 50 años, mientras trabajas a jornada
completa y tienes que cumplir con tu parte alícuota de tareas domésticas entre
las cuales, se incluye lidiar con una incipiente adolescente cuyas hormonas de
aquí a bien poco van a estar en plena ebullición (Tiembla Antxon…) donde abrir
los libros después de ocho horas de currele implica tener una fuerza de
voluntad hercúlea y la fatiga y el cansancio te invitan a tumbarte plácidamente
en el sofá con el mando a distancia en una mano y una lata de cerveza en la
otra.
Sacar
energías, tiempo y sobre todo fuerza de voluntad para abrir los libros, es el
milagro cotidiano en el cual me veo embarcado, y por supuesto no olvidemos que
el aprendizaje de un idioma es lo más parecido que existe a un maratón para tu
cabeza, pues exige por encima de todo una constancia a prueba de bombas. Pero
como me recuerda mi queridísima esposa cada vez que escucha mis quejidos, si
has sido capaz de aprender inglés a los cuarenta y pico, te veo perfectamente
capaz de lograrlo con el Euskera.
A
lo mejor va a tener razón esta vez (Como siempre…).
Fortuna
audaces iuvat (Eso espero).