domingo, 21 de enero de 2018

Ego Boost


Hace un año casi que regresé de Reino Unido, y si algo que he notado, es que mi nivel de inglés se ha ido deteriorando a pasos agigantados con la ausencia de práctica por un lado, y con el hecho de no estar bombardeado de gente hablándolo a mi alrededor 24/7.

De hecho, tenía bien claro que cuanto antes me presentara en la Escuela Oficial de Idiomas en Bilbao, más fácil sería para mí tener un diploma oficial que acreditara de iure algo que tenía ya en mi haber de facto… porque el tiempo indudablemente corría en mi contra dadas la circunstancias, y eso si lo dejaba pasar mucho tiempo, pues al final acabaría con mi habilidad hablando la lengua de Shakespeare al nivel del “Inglés Medio” de Secundaria. Cosa que logré sin que siquiera se me pasara por la cabeza prepararme lo más mínimo el examen, a pesar de lo cual lo conseguí aprobar…

No obstante, a pesar de lo que diga un papel, he procurado en la medida de lo posible mantener en las mejores condiciones de uso mi nivel de inglés, y nada como tener a la niña de mis ojos de conejillo de indias socia cooperadora para tal menester, puesto que el padre que lo parió ya se ha encargado de sitiarla hasta donde me es posible con el inglés desde la cuna, ya sea con los dibujos animados, o los documentales de YouTube, pasando por los videos de gatitos, y por supuesto hablarla en inglés alrededor del 90% (Tirando a la baja) del tiempo que estamos juntos.

Pero bueno, ya está bien de perifollos, y vayamos al grano.

Y es que hace unos pocos días, cuando pasé a recogerla al colegio, estaba andando a nuestro lado un hombre que a juzgar por su tez blanquecina, cabellos rubio platino y ojos gris acero, saltaba a la vista que procedía de tierras más septentrionales. Dos segundos, una mirada fugaz y cada cual a lo suyo, pues la niña de mis ojos tenía una cabreo del quince porque el chico que a ella le gusta (O mejor dicho, le gustaba) es ahora el novio de la chica a la que más detesta de todo el colegio, con lo cual pues dice que no quiere saber nada de chicos nunca más…. Y yo por supuesto manteniendo la compostura a duras penas evitando el estallar en carcajadas mientras la trataba de explicar (Obviamente en inglés) que no diera importancia a eso, que en la vida te iba a sobrar tiempo de conocer chicos estupendos, que esas cosa pasan, que a los chicos nos dan muchas calabazas (Imaginaros en Euskadi), etc…

Hasta que de repente, el rubio con el cual caminamos codo con codo me dice que está sorprendido de que le hable a mi hija en inglés y que además lo haga muy bien. Os podéis imaginar mi cara de sorpresa tras oír semejante comentario, le dije que era porque estuve viviendo en Reino Unido dos años y es entonces tras preguntarle de donde era, es cuando él me dijo que era norteamericano, de Chicago.

Y ahí quedó todo, no llegó a veinte segundos de conversación, pero fueros suficientes para que llegase a casa más subido que un pavo real.