domingo, 11 de septiembre de 2016

Sic transit gloria mundi


“Urrutia, suba a mi despacho.”

Esas cinco palabras bastan para que todo tu mundo empiece a temblar a tu alrededor, sobre todo cuando esas palabras brotan de boca de alguien como tu jefe, y más teniendo un jefe que es un perfecto profesional del embuste, un cínico y consumado actor capaz de prostituir a sus hijas con tal de conseguir un contrato o una licitación, del cual no te cabe la más mínima duda de que un día vas a acabar si o si con un puñal dentro de tus costillas como premio final a tu esfuerzo y dedicación.

“Ya lo siento Urrutia, ya sabes como está la cosa, la crisis nos está haciendo mucho daño y aunque he hecho lo posible para mantenerte en plantilla, no me queda otra que despedirte.”

No fue una noticia que me cogiera de sorpresa en absoluto.

Juez y jurado, y una sentencia ante la cual no cabe apelación alguna salvo encogerse de hombros con estólida indiferencia exterior de la misma manera que mi cabeza bullía ardiente como una caldera volcánica llena de lava. Ahí estaba él, parapetado tras su imponente mesa de escritorio marcando algo mas que una distancia física, también marcaba una distancia jerárquica, una frontera invisible que separa a dos mundos contrapuestos, dos concepciones de las cosas, dos cosmovisiones muchas veces antagónicas donde el principio mas elemental es el juego de la suma cero, simplemente resumido en que todo el dinero que tu ganas es el que yo pierdo.

Eso sí, por su parte no tuvo el menor empacho en reconocer lo buen empleado que había sido con él, haciendo encendidos elogios de mi profesionalidad durante todos estos años a la hora de afrontar los mas enrevesados marrones, incluso me recordó hasta que punto cuando me conoció le sorprendieron gratamente mis formas educadas y mis maneras cultas mas propias de un licenciado de la Universidad de Navarra, que de un rudo albañil de la construcción.

¿Tienes algo que decir?, la típica pregunta ritual, puro formalismo revestido de cortesía con el riesgo implícito de que muchas veces la respuesta no sea precisamente música celestial en tus oídos. Claro que sí, no me cabe la más mínima duda y la verdad, lo hice. Frío el ademán no tuve el mayor empacho en volcarle claramente muchas cosas largo tiempo acalladas en mi mente pero no por ello bien frescas y presentes que se habían ido acumulando a lo largo de los años, todo ello por supuesto adobado de unos modales correctos y sin decir una palabra mas alta que otra ni descomponer el semblante, no obstante, con aséptica contundencia y hasta un punto de crueldad que en ningún momento dejaron de estar presentes en mis comentarios, dejándole bien claro hasta que punto muchos de sus colaboradores de confianza le estaban haciendo la cama a sus espaldas o hasta que punto abusaban de su buena fe para hacer medrar sus intereses particulares a costa suya, no escatimando ni “elogios” ni “parabienes” hacia tanto profesional de la caradura y la incompetencia maravillosamente atrincherado en la oficina.

Hasta que acabé la exposición de mis hechos, repito, ni una palabra más alta que otra, ni un solo insulto ni exabrupto, pero al término, la expresión de su semblante ya no era la misma, incluso para un consumado actor de primera como él, había emociones inequívocamente imposibles de ocultar. Más allá de la sorpresa de no toparse con un vociferante ex empleado colmándole de amenazas e improperios a voz en cuello, estaba la de aquel al cual se le revela una desagradable sorpresa que ya venía intuyendo desde lejos pero de forma vaga e imprecisa.

Porque no lo olvidemos, una cosa es ser consciente de que uno no forma parte del club de admiradores de sus subordinados, ni se es blanco de sus afectos y simpatías, lo cual la verdad es algo perfectamente lógico, (Es lo que tiene ser jefe, no sólo el sueldo y el ordeno y mando), pero la cosa cambia cuando te crees que eres el macho alfa de la cofradía, que eres mas listo que nadie y que les tienes a todos engañados como a chinos con tu singular maestría, ahí sí que todo cambia cuando descubres que el tonto del año eres tú, que te las han metido dobladas de todos los colores y tamaños delante de tus mismísimas narices sin siquiera sospechar nada. El silencio era tal alrededor que hasta el zumbar del disco duro de su ordenador parecía el estruendo de un avión, mientras en mi mente retumbaban las risas que no salían de mi boca.

Tiempo después, quiso la casualidad que coincidiese con una empleada de la empresa, tras la mutua sorpresa inicial, una vez cruzadas las clásicas preguntas y comentarios respecto a nosotros mismos, la familia y el trabajo mientras compartíamos una cerveza en la terraza más próxima, no sin cierta malicia la pregunté acerca de cómo iban las cosas por la empresa, y la verdad, me dijo que después de mi salida, hubo algunas más, aparte de un súbito y misterioso movimiento de sillas que se saldó con la caída del pedestal de algún que otro Narciso hambriento de egocentrismo y soberbia, cosa que no nos molestamos en absoluto en disimular, ella, con una chispeante miradita acompañada de esa típica media sonrisa de satisfacción que produce a uno ver como la vida acaba poniendo a cada uno en su sitio, en mi caso fue más simple si cabe, bastó con un escueto “Que se jodan” por mi parte para que acabáramos a carcajadas.

Y así es como sucedió, sic transit.

Antxon Urrutia

4 comentarios:

  1. Por un momento pensé que hablablas de UK...pero no me cuadraba...

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    1. Buenas noches,

      Pues no, no me refería a UK, me refería a nuestra entrañable Españistán y sus tercermundistas usos y costumbres laborales.

      Antxon.

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  2. Yo también me sentí confuso al principio. Pensé, esto en UK? pero si Antxon está encantado de la vida. Luego, a las pocas líneas ya entendí por donde iban los tiros. Me recordó un poco a cuando dejé el Taller de Hombres para irme a Scotland. La cara que puso mi jefe jaja.

    Escribes de forma impresionante, my friend!

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  3. Buenas noches,

    Ja ja ja ja, viniendo de ti semejantes alogios, vas a hacer que me ruborice como una quinceañera...

    Antxon

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