Que levante la mano al que no le
guste el vino, porque seamos sinceros, yo soy de los que se vuelve manco cuando
escucho eso, es difícil, por no decir imposible que diga nones a una botella de
buen tinto de Rioja, y no digo nada ya si viene en compañía de un buen pan de
chapata y una pata de jabugo con un cuchillo para tajarle unas buenas virutas,
cagüentodo, sólo de imaginarlo es que ya se me está haciendo la boca agua y
hace que la nostalgia por la piel de toro se me desborde como el agua embalsada
en un dique que a duras penas consigue mantenerse en pié, una nostalgia por lo
demás adormecida mientras uno está rodeado de beer, fish and chips, eggs with
bacon, y demás engendros gastronómicos que osan perpetrar los naturales de Mordor
Reino Unido, eternos aspirantes en opinión del aquí escribiente, a comer bien o
por lo menos, a tener unos mínimos de buen gusto a la hora de disfrutar de la
buena mesa.
Si
encima uno es de Bilbao, la cosa ya se convierte en algo parecido a un síndrome
de abstinencia propio de un adicto a la heroína en lo que a la añoranza de una
buena mesa se refiere, porque no se puede negar que en el País Vasco a falta de
sexo, comer, lo que se dice comer, se hace de puta madre, es difícil encontrar un
rincón del mundo que no viva del turismo donde pueda darse una densidad tan
elevada de bares, tabernas, tascas y fondas por habitante, y no digamos ya si
hablamos de restaurantes y sidrerías. No he podido evitar sonreír para mis
adentros imaginando a un británico frente a un chuletón de kilo y medio y
haciendo un viaje tras otro a las cupelas para aprovisionarse de jarras y mas
jarras de sidra.
Eso
sí, os prometo por lo mas sagrado que pienso relataros con pelos y señales en
el futuro cómo fue la reacción de los nativos de estas tierras cuando les conté
en que consiste la batalla del vino que se celebra en Haro (La Rioja).
Todos estos pensamientos se agolparon
con inusitada rapidez e intensidad después de zamparme una tostada de desayuno
con alubias (Si si, han leído bien), para no pequeño asombro de mis autóctonos
comensales matutinos, que aunque a la hora de hablar no lleguen a los niveles
de charlatanería hispánicos, no pudieron reprimir una mueca de ligera
admiración al ver a un spaniard comportarse de una manera tan british con una
de sus señas de identidad por excelencia durante los desayunos como es la
tostada con alubias en salsa.
Hemos hablado del comer, pero no
hemos mencionado nada del beber
Cuando uno se junta con un grupo de
personas con el objetivo de compartir unas copas, nunca está de más tener en
cuenta que…
La primera copa, es para la salud.
La segunda copa, para el amor y el
placer.
La tercera copa es para los amigos.
Tras la cuarta copa, los invitados
inteligentes se van de la fiesta.
La quinta copa ya no es nuestra,
pertenece al odio y a la violencia.
La sexta, al espectáculo más
escandaloso.
La séptima, a la orgía embriagada.
Así es como hace 26 siglos, Eubulo
describió en la antigua Grecia lo que hace el alcohol en la gente.
Porque no lo podemos negar, nunca
dejará de sorprenderme la relación que los británicos mantienen con el alcohol,
binging drink que lo denominan ellos
o dicho mas en castizo, ingerir alcohol a lo bestia en un período relativamente
corto de tiempo para acabar agarrando una cogorza de campeonato, como si fuera
la llave que acciona el interruptor que apaga a Mr. Jekill y enciende a Mr.
Hyde. Toda urbanidad, o modales que esta gente puedan tener quedan anulados,
del british politeness al más patéticamente
primate de los hooligans.
Y el que precisamente escribe estas
líneas no se le puede calificar de abstemio, pero les juro que jamás entenderé semejante
manera de relacionarse con el alcohol, la mas que constatable por desgracia
imposibilidad por parte de la mayoría de los británicos de socializar estando
sobrios, la imperiosa necesidad de ingerir pinta tras pinta de cerveza para que
salga a flote ese otro yo adormecido por la ausencia de etílico es suficientes
cantidades. Pero desde luego no es mi propósito etiquetar así a toda la
población británica, sería tan injusto como decir que al sur de los Pirineos
todo el mundo baila sevillanas o son toreros.
Tradicionalmente, la diferencia entre pueblos de diferentes latitudes, con respecto a su relación con el alcohol, se resumía de la siguiente manera:
ResponderEliminar- Unos salían a divertirse, bebían y, quizás, eventualmente, se emborrachaban.
- Otros salían a emborracharse para, eventualmente, divertirse.
Con los años, este paradigma ha ido cambiando: las sociedades socialmente reprimidas utilizan el alcohol como excusa para liberarse (de ahí la premisa: "Claro: me emborraché y no era yo").
Lo de la tostada con alubias me ha llegado al alma, que lo sepas.
Buenas noches,
EliminarGracias por pasarte, of course.
En verdad, es que somos dos mundos contrapuestos cuando toca compartir mesa y mantel.
Para nosotros la comida y la bebida es un placer mas de la vida, para ellos, simple combustible para seguir respirando y soltar tensión cuando están a punto de explotar.
La verdad... muy triste.
Antxon.
A ver si te atreves, en casa, a hacerte un macaroni cheese en el micro para tu lunch. Jeje, ya verás qué cara te pone la parienta o quien sea.
ResponderEliminarA que se echan de menos esas costumbres tan british, eh?
Buenas tardes,
EliminarMe ponen la maleta en la puerta para que me vuelva a UK... si es que no me mandan para alli de una patada en el trasero.
Antxon.
me parece excelente tu artículo, una costumbre tan extranjera pero igual es admirable conocerlo
ResponderEliminarBuenas tardes,
EliminarGracias por pasarte, la verdad, uno se sorprende de cómo cosas en apariencia nimias en tu casa resultan tan llamativas luego si está viviendo fuera.
Antxon.
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