Este viernes después de salir de clase, han bastado unos diez segundos para que me crezca una cana más, y algo dentro de mi cabeza haga click, y me recuerde que las arenas del tiempo nunca se detienen…
- Aitaaa.
- Dime mi tesoro.
- Tengo que decirte algo.
- ¿Qué quiere la niña de mis ojos?
- Quero saber que es lo que mas les gusta a los chicos.
- ¿¿Y eso a qué viene??
- Es que hay un chico en la escuela que me gusta mucho, pero no ma hace caso.
- ¿En serio? (Decir que lo estaba flipando era poco).
- ¿Que puedo hacer para que se fije en mi?
- Pueeess…. Ejem…. Estoooo…. (¡¡¡Socorroooooooo!!!)
- Hmmmm......
- .......
Algunas
cosas no cambian a pesar del tiempo transcurrido, será que me siento que me hago
viejo, aunque tal vez sea el hecho de ver como una niña va paulatinamente
dejando paso a su condición de mujer, algo a lo cual los padres por mucho que
queramos aceptarlo, nos va a tocar una veces disfrutar, y otras veces sufrir.
Parece que
fue ayer cuando cambiaba los pañales de aquella rubita de culete sonrosado,
hasta que un día ves cómo ya empieza a estar en conciliábulos con su madre para
irse de tiendas, mientras se pinta las uñas de las manos y los pies. Cuando me
quiera dar cuenta, se maquillará y llevará un vestido de tirantes luciendo
escote, subida a unos tacones cuando salga de fiesta con las amigas,
permanecerás despierto hasta las tantas los fines de semana a la espera de su
entrada en casa y la someteré al interrogatorio de rigor acerca de qué es lo
que ha hecho y con quién ha estado, mientras afino el oído y el olfato para
detectar la voz algo pastosa que funciona mucho mejor que los alcoholímetros de
la Guardia Civil.
Peleas
crudas las tendré cuando empiece a renquear en los estudios, cuando salga
vestida “De esa manera” y “Pintada como una puerta”, o al igual que yo hacía,
ponga a todo volumen “Ese ruido”, amén de cuando me traiga a casa a su primer
chico, al cual como padre y hombre que soy al fin y al cabo, no podré evitar
hacerle un marcaje implacable, mientras con una torva mirada le hago saber que
como se pase de listo, le corto las orejas. Pero la niña de mis ojos me tiene
bien tomada la medida, y sabe que con uno de sus abrazos bien regado de besos
mientas me dice lo mucho que me quiere, va a conseguir que toda mi pétrea
fortaleza de padre se desplome como un castillo de naipes a un soplo, la muy
jodida… Y en el peor de los casos, siempre va a tener en el futuro (Al igual
que ahora, pardiez) a la autora de sus días de su parte incondicionalmente cada
vez que haya que hacerme torcer el brazo, de la cual es fideligna copia de
hipnótica belleza y parejo temperamento, quedándome yo solo en el otro lado de
la trinchera condenado a empezar una y otra vez una guerra que se de antemano
que tengo perdida.
Y la amaré y
la odiaré a partes iguales, me hará reír con la chispa de su ingenio, me
sentiré feliz con sus logros y la tristeza me invadirá cuando la rompan el
corazón, viviré días de angustia abrazado al teléfono el día que se vaya con
las amigas de fin de semana primero, y con el novio después. Observaré con
expectación sus primeros pasos por la vida sin la muleta paternal, y la miraré
con orgullo regio cuando se sienta feliz de sus logros… En los cuales habrá una
pequeña parte de mí presente.
Mientras yo
me miro al espejo y veo como el ejército del general Michelín va paulatinamente
conquistando lo que otrora fuera una estupenda tableta de chocolate, o notas
cómo las energías y la flexibilidad de antaño transmutan a torpeza y lentitud de hogaño...
Es lo que
tiene ver correr delante de ti las arenas del tiempo, sic transit.
Que tengáis felices sueños.